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miércoles, 7 de octubre de 2009

Carta Pastoral Fiestas Patronales 2009 y Jubileo

FIESTAS PATRONALES Y AÑO JUBILAR ARQUIDIOCESANO

A los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y fieles laicos

Las próximas Fiestas Patronales son el corazón del Año Jubilar

Deseo saludarlos cordialmente, al acercarse las Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Rosario, en la que celebramos el corazón de este Aniversario Jubilar de los setenta y cinco años de la creación de la vida diocesana de Rosario, en 1934.

Como lo expresé anteriormente, de acuerdo al diálogo que mantuvimos en el Consejo Presbiteral y Pastoral, durante el año próximo pasado (cfr. “Adviento y Año Jubilar Arquidiocesano”, XII 2008), esta celebración quiere ser un tiempo de acción de gracias a Dios, que nos permita vivir con mayor empeño el llamado a ser discípulos y misioneros.
El Año sacerdotal, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI enriquece aún más la gratitud a Dios, y nos invita a agradecer también la presencia de tantos sacerdotes a lo largo de la vida de la Arquidiócesis manifestando la “fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”.
Ya que el centro del Año Jubilar lo celebramos en las próximas Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Rosario, este día debe expresar la alegría de formar parte de una Iglesia diocesana puesta bajo su protección;no sólo la alegría interior, sino el gozo que se manifiesta exteriormente (cfr. Juan Pablo II, “Novo Millenio Adveniente”, nº 16), y que supone al mismo tiempo un corazón purificado de tantas faltas delante de Dios y de nuestros hermanos.

Año jubilar y Reconciliación

Este reconocimiento de nuestras culpas y pecados, - como fue señalado especialmente durante una de las sesiones del Consejo Presbiteral en el año 2008 -, es algo específico de un jubileo, y en este caso analógicamente es una ocasión para pedir perdón; recordando la enseñanza del Señor: “Si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda” (Mt. 5, 23-24).
Asimismo, las culpas pasadas dejan sentir a menudo todavía el peso de sus consecuencias y permanecen como otras tantas tentaciones también hoy día en nuestro corazón (cfr. Memoria y Reconciliación, Int. C. Teológica Int., 1999), que nos debilitan personalmente y en la acción misionera.
Por esto, el pedido de perdón a Dios y a los hermanos, significa también desear ser librados de todas las formas de resentimiento, que las mencionadas culpas, y la herencia de las culpas del pasado puede habernos dejado.
De este modo, al celebrar un Año Jubilar arquidiocesano, con el sentido adecuado que nos enseña su más antigua tradición, deseamos hacerlo pidiendo perdón a Dios por medio del sacramento de la Reconciliación, con una conciencia más viva de las omisiones y faltas cometidas.

Así, teniendo presente nuestras ofensas y las circunstancias en las que nos hemos alejado del amor de Cristo, y no hemos ofrecido el testimonio requerido por nuestra fe, podremos decir como el hijo pródigo “Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo” (Lucas 15, 21).

Por este motivo, los invito a preparar en nuestras Parroquias, instituciones y comunidades religiosas con ocasión de las Fiestas Patronales de este año, un día penitencial, que reúna estas intenciones. Sería muy oportuno, que el próximo viernes 2 de octubre, hiciéramos en cada parroquia de la Arquidiócesis una celebración penitencial, dedicada a pedir perdón a Dios, en la que la disponibilidad de los sacerdotes, a ejemplo del Cura de Ars, nos permita fácilmente a todos acercarnos ese día al Sacramento de la Reconciliación.
Sabemos que la confesión de los pecados, “humilde, entera, y sincera” iluminada por la fe en la Verdad que nos libera y salva, se convierte en una confesión de alabanza dirigida a Dios, en cuya sola presencia es posible reconocer las culpas del pasado y las del presente, para dejarse reconciliar por Él, y ser capaces de perdonar a cuantos nos hubieran ofendido (cfr. ibídem).

La Novena de las Fiestas Patronales arquidiocesanas

Celebrar el aniversario de los setenta y cinco años de la creación de nuestra Iglesia diocesana, es una ocasión para hacerlo en la comunión de una misma fe, y a la vez, que lo vivamos como un acontecimiento eclesial en nuestras familias, parroquias, movimientos y comunidades religiosas.
Es una oportunidad para que experimentemos que formamos una sola Iglesia diocesana, donde el Señor nos llama a anunciar su Palabra, adorar la Eucaristía, y vivir como hermanos. “Quien ama a la Catedral ama a la Iglesia”, decía Juan Pablo II, y podemos decir también, “quien ama a la diócesis, ama a la Iglesia”.
Por esto, hará mucho bien pastoralmente que en todas las Parroquias se pueda hacer una preparación de esta Fiesta mariana y diocesana, ya sea con el rezo de una Novena y del Rosario antes o después de las Misas; o bien ofreciendo durante estos días la Misa con esta intención jubilar.
Asimismo, a través del Decanato se puede manifestar esta preparación y comunión diocesana, ya que, como reflexionamos en las reuniones del Consejo Presbiteral, deseamos que mediante cada Decano y del respectivo Decanato, se pueda enriquecer la unidad y la vida pastoral de su territorio.

La Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Rosario son las fiestas de todos.

Si la Virgen es la Patrona de la Arquidiócesis, donde vivimos “el primer ámbito de la comunión y de la misión” (D. Aparecida, nº 169); cómo no vamos a sentir como propia esta fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y estar presente en su día.
Cada pequeña comunidad, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación y movimiento, cada parroquia y cada Decanato, forman parte de una sola vida diocesana, y en esta ocasión miran hacia esta querida y venerada imagen, que nos reúne también como familia diocesana. Por ello, de alguna manera todos podemos estar presente ese día, personalmente, o formando parte de una peregrinación, o a través de un grupo que nos represente.
Dios mediante, el 7 de octubre próximo, saldremos a las 16.30 horas de la Iglesia Catedral, acompañando a la venerada imagen de nuestra Madre y Reina del Rosario hacia el altar, en la Plaza de la Coronación, donde el Nuncio Apostólico Monseñor Adriano Bernardini presidirá la Misa concelebrada.

Un gesto de solidaridad

Dado que algunas comunidades pasan más necesidades que otras, invito a las parroquias que puedan hacerlo, que durante la Novena, los fieles puedan ayudar a otras parroquias, por ejemplo haciendo llegar alimentos para las Caritas de las Parroquias más necesitadas de la diócesis.
Asimismo, pidamos en esta ocasión por los más débiles, niños, jóvenes en situaciones de riesgo, presos, migrantes, enfermos, ancianos desamparados; por el respeto a cada hermano y hermana nuestra, especialmente por los más necesitados. Hagamos así visible nuestro amor y solidaridad fraterna (cfr. Juan 13,35).
Deseamos celebrar estos setenta y cinco años con la Virgen del Rosario, que nos convoca en nuestra querida Arquidiócesis, donde ustedes han recibido y han crecido en la fe. Queremos hacerlo como familia diocesana con la simplicidad del Evangelio, escuchando la Palabra de Dios, y celebrando la Eucaristía, de donde brota un caudal inmenso de caridad, para anunciar a Jesucristo con renovado ardor, principalmente a quienes están más alejados, como sus discípulos y misioneros.
Una vez más el lema del Año jubilar, quiere resumir el anhelo y la esperanza de todos en el amor de Jesús, sabiendo que nuestra Arquidiócesis también “se siente discípula y misionera de este Amor” (cfr. Benedicto XVI, Homilía en Aparecida, 13.V.2007).
Con la Virgen del Rosario,la familia diocesanaescucha la Palabra de Dios y misiona.

Los saludo cordialmente con profundo afecto en Cristo.

+ José Luis Mollaghan
Arzobispo de Rosario

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