Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.
La Pastoral Penitenciaria es la acción evangelizadora de la Iglesia en el Pueblo de Dios que peregrina carcelado. Es la presencia de la Iglesia que asume la opción preferencial por los pobres, en esos pobres concretos a quienes les falta su libertad. Es la presencia de la Iglesia que pone de manifiesto la misericordia.
“Acuérdense de los presos como si estuvieran con ellos en la cárcel, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.” (Heb 13, 3)
Oración del Agente de Pastoral Penitenciaria
Señor Jesús, a nosotros que gozamos del Don de la Libertad. . . Haznos instrumentos de paz, unidad, misericordia, tolerancia y justicia entre nuestros hermanos privados de Libertad. Danos la fuerza del Espíritu Santo, para convertirnos en humildes mensajeros de tu Amor. Que nuestros labios pronuncien siempre palabras de aliento, solidaridad y esperanza. Que el Espíritu Santo transforme nuestro corazón, nuestra vida y la de aquellos a los que queremos acompañar. Que este compartir sea espacio de crecimiento, liberación y reconciliación para con ellos mismos, con Dios, la familia y la sociedad. Te lo pedimos por María Santísima, verdadero Templo del Espíritu Santo. Que su amor de Madre nos anime a ser fieles a esta Misión de ser Iglesia de ambos lados de las rejas. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Artículo 18.- Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice.
Asistencia Espiritual
Ley 24.660. Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad
Capítulo 10
153. El interno tiene derecho a que se respete y garantice su libertad de conciencia y de religión, se facilite la atención espiritual que requiera y el oportuno contacto personal y por otros medios autorizados con un representante del credo que profese, reconocido e inscrito en el Registro Nacional de Cultos. Ninguna sanción disciplinaria podrá suspender el ejercicio de este derecho.
154. El interno será autorizado, en la medida de lo posible, a satisfacer las exigencias de su vida religiosa, participando de ceremonias litúrgicas y a tener consigo objetos, libros de piedad, de moral e instrucción de su credo, para su uso personal.
155. En cada establecimiento se habilitará un local adecuadopara celebraciones litúrgicas, reuniones y otros actos religiosos de los diversos cultos reconocidos.
156. En todo establecimiento penitenciario se celebrará el culto católico, en forma adecuada a las posibilidades edilicias de que disponga. La concurrencia a estos actos será absolutamente voluntaria.
157. Los capellanes de los establecimientos tendrán a su cargo la instrucción religiosa y moral y la orientación espiritual de los internos, incluso de los no católicos que la aceptaren.
Decreto 1136/97Reglamento del Capítulo 11 de la Ley 24.660
Visitas de asistencia espiritual
98. El interno tiene derecho a recibir asistencia espiritual mediante la visita de miembros de la Iglesia Católica Apostólica Romana, si ésta fuere su religión, o de representantes del credo que profese, reconocido e inscripto en el Registro Nacional de Cultos. Ninguna sanción disciplinaria podrá suspender el ejercicio de este derecho.
99. Para acceder a la visita se deberá acreditar la identidad y el carácter que se invoca mediante: a) Comprobante extendido por la correspondiente autoridad eclesiástica para los miembros de la religión Católica Apostólica Romana; b) Comprobante extendido por el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto para los representantes de otros credos.
100. Estas visitas tendrán una frecuencia semanal de dos horas de duración
Decreto 18/97. Anexo 1
Permanencia continua en alojamiento individual
56. Durante la permanencia continua en su alojamiento individual o en celda individual cuyas condiciones no agraven ilegítimamente la detención, el interno deberá recibir diariamente la visita del médico, de un miembro del personal superior, de un educador y, cuando lo solicite, del capellán o de un representante de culto reconocido por el Estado. Se le deberá facilitar material de lectura, de estudio y de trabajo, cuando hubiere posibilidad de efectuarlo en su alojamiento.
3er. Encuentro Nacional de Referentes
Villa Allende, Córdoba.
Febrero de 2008
La mujer invisible
Tony Meléndez
Nadie te ama como yo
El Alfarero
Credo Nicaragüense
Crece desde el pie
La Vida Reclama
Sólo el amor
Ser presencia
Ser presencia, Señor, es hablar de Ti sin nombrarte; callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra. Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio y voz, que surgiendo de la vida, no habla. Es decirle a los demás que estamos cerca, aunque sea grande la distancia que separa. Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla. Es sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios cura nuestras llagas. Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano porque ama. Es gritar con la fuerza del Espíritu la verdad que desde Dios siempre nos salva. Es vivir expuestos y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra. Es llevar el "desierto" a los hermanos, compartir tu Misterio y decirles que los amas. Es saber escuchar tu lenguaje en silencio. Y "ver" por ellos cuando la fe pareciera que se apaga. "Ser presencia", Señor, es saber esperar tu tiempo sin apresuramientos y con calma. Es dar serenidad con una paz muy honda. Es vivir la tensión del desconcierto en una Iglesia que, porque crece, cambia. Es abrirse a los "signos de los tiempos" manteniéndose fiel a tu Palabra. Es, en fin, Señor, ser caminante en el camino poblado de hermanos, gritando en silencio que estas vivo y que nos tienes tomados de la mano Cardenal Eduardo Pironio
Aunque el gajo se parece al árbol de donde sale, solía decirlo mi madre y en su razón estoy fijo: "Jamás puede hablar el hijo con la autoridá del padre".
Recordarán que quedamos sin tener donde abrigarnos; ni ramada ande ganarnos, ni rincón ande meternos, ni camisa que ponernos, ni poncho con qué taparnos.
Dichoso aquel que no sabe lo que es vivir sin amparo; yo con verdá les declaro, aunque es por demás sabido: dende chiquito he vivido en el mayor desamparo.
No le merman el rigor los mesmos que lo socorren; tal vez porque no se borren los decretos del destino, de todas partes lo corren como ternero dañino.
Y vive como los bichos buscando alguna rendija; el güérfano es sabandija que no encuentra compasión, y el que anda sin direción es guitarra sin clavija.
Sentiré que cuanto digo a algún oyente le cuadre; ni casa tenía, ni madre, ni parentela, ni hermanos; y todos limpian sus manos en el que vive sin padre.
Lo cruza éste de un lazazo, lo abomba aquél de un moquete, otro le busca el cachete, y entre tanto soportar, suele a veces no encontrar ni quien le arroje un soquete.
Si lo recogen lo tratan con la mayor rigidez; piensan que es mucho tal vez, cuando ya muestra el pellejo, si le dan un trapo viejo pa cubrir su desnudez.
Me crié pues, como les digo, desnudo a veces y hambriento; me ganaba mi sustento y ansí los años pasaban; al ser hombre me esperaban otra clase de tormentos.
Pido a todos que no olviden lo que les voy a decir; en la escuela del sufrir he tomado mis leciones; y hecho muchas refleciones dende que empecé a vivir.
Si alguna falta cometo la motiva mi inorancia; no vengo con arrogancia y les diré en conclusión que trabajando de pión me encontraba en una estancia.
El que manda siempre puede hacerle al pobre un calvario; a un vecino propietario un boyero le mataron, y aunque a mí me lo achacaron salió cierto en el sumario.
Piensen los hombres honrados en la vergüenza y la pena de que tendría el alma llena al verme ya tan temprano igual a los que sus manos con el crimen envenenan.
Declararon otros dos sobre el caso del dijunto; mas no se aclaró el asunto, y el juez, por darlas de listo, "Amarrados como un Cristo", nos dijo, "irán todos juntos".
"A la justicia ordinaria voy a mandar a los tres". Tenía razón aquel juez, y cuantos ansí amenacen: Ordinaria... es como la hacen, lo he conocido después.
Nos remitió, como digo, a esa Justicia Ordinaria, y fuimos con la sumaria a esa cárcel de malevos que por un bautismo nuevo le llaman Penitenciaría.
El porqué tiene ese nombre naides me lo dijo a mí, mas yo me lo esplico ansí: le dirán Penitenciaría por la penitencia diaria que se sufre estando allí.
Criollo que cai en desgracia tiene que sufrir no poco; naides lo ampara tampoco si no cuenta con recursos; el gringo es de más discurso; cuando mata, se hace el loco.
No sé el tiempo que corrió en aquella sepultura; si de ajuera no lo apuran, el asunto va con pausa; tienen la presa segura y dejan dormir la causa.
Inora el preso a qué lado se inclinará la balanza; pero es tanta la tardanza, que yo les digo por mí: El hombre que dentre allí deje ajuera la esperanza.
Sin perfecionar las leyes perfecionan el rigor; sospecho que el inventor habrá sido algún maldito; por grande que sea un delito aquella pena es mayor.
Eso es para quebrantar el corazón más altivo. Los llaveros son pasivos, pero más secos y duros tal vez que los mesmos muros en que uno gime cautivo.
No es en grillos ni en cadena. En lo que usté penará sino en una soledá y un silencio tan projundo que parece que en el mundo es el único que está.
El más altivo varón y de cormillo gastao allí se vería agobiao y su corazón marchito, al encontrarse encerrao a solas con su delito.
En esa cárcel no hay toros, allí todos son corderos; no puede el más altanero, al verse entre aquellas rejas, sino amujar las orejas y sufrir callao su encierro.
Y digo a cuantos inoran el rigor de aquellas penas, yo que sufrí las cadenas del desierto y su inclemencia: Que aprovechen la esperencia, del mal en cabeza ajena.
¡Ay madres, las que dirigen al hijo de sus entrañas!, no piensen que las engaña, ni que les habla un falsario; lo que es el ser presidario no lo sabe la campaña.
Hijas, esposas, hermanas, cuantas quieren a un varón, díganles que esa prisión es un infierno temido, donde no se oye más ruido que el latir del corazón.
Allá el día no tiene sol, la noche no tiene estrellas; sin que le valgan querellas encerrao lo purifican; y sus lágrimas salpican en las paredes aquellas.
En soledá tan terrible de su pecho oye el latido: Lo sé, porque lo he sufrido y créameló el aulitorio: Tal vez en el purgatorio las almas hagan más ruido.
Cuenta esas horas eternas para más atormentarse; su lágrima al redamarse calcula en sus afliciones, contando sus pulsaciones, lo que dilata en secarse.
Allí se amansa el más bravo; allí se duebla el más juerte; el silencio es de tal suerte, que, cuando llegue a venir, hasta se le han de sentir las pisadas a la muerte.
Adentro mesmo del hombre se hace una revolución: Metido en esa prisión, de tanto no mirar nada, le nace y queda grabada la idea de la perfeción.
En mi madre, en mis hermanos, en todo pensaba yo; Al hombre que allí dentró de memoria más ingrata, fielmente se le retrata todo cuanto ajuera vio.
Aquel que ha vivido libre de cruzar por donde quiera se aflige y se desespera de encontrarse allí cautivo; es un tormento muy vivo que abate la alma más fiera.
En esa estrecha prisión sin poderme conformar, no cesaba de esclamar: ¡Qué diera yo por tener un caballo que montar y una pampa en que correr!
En un lamento costante se encuentra siempre enbretao; el castigo han inventao de encerrarlo en las tinieblas, y allí está como amarrao a un fierro que no se duebla.
No hay un pensamiento triste que al preso no lo atormente; bajo un dolor permanente agacha al fin la cabeza, porque siempre es la tristeza hermana de un mal presente.
Vierten lágrimas sus ojos pero su pena no alivia. En esa costante lidia sin un momento de calma, contempla con los del alma, felicidades que envidia.
Ningún consuelo penetra detrás de aquellas murallas; el varón de más agallas, aunque más duro que un perro, metido en aquel infierno sufre, gime, llora y calla.
Del furor el corazón se le quiere reventar, pero no hay sino aguantar aunque sosiego no alcance; ¡Dichoso en tan duro trance aquel que sabe rezar!
Dirige a Dios su plegaria el que sabe una oración; en esa tribulación gime olvidado del mundo, y el dolor es más projundo cuando no halla compasión.
En tan crueles pesadumbres, en tan duro padecer, empezaba a encanecer después de muy pocos meses; allí lamenté mil veces no haber aprendido a leer.
Viene primero el furor, después la melancolía; en mi angustia no tenía otro alivio ni consuelo sinó regar aquel suelo con lágrimas noche y día.
A visitar otros presos sus familias solían ir; naides me visitó a mí mientras estuve encerrado; ¡Quién iba a costiarse allí a ver un desamparado!
¡Bendito sea el carcelero que tiene buen corazón! Yo sé que esta bendición pocos pueden alcanzarla, pues si tienen compasión su deber es ocultarla.
Jamás mi lengua podrá espresar cuánto he sufrido; en ese encierro metido, llaves, paredes, cerrojos, se graban tanto en los ojos que uno los ve hasta dormido.
El mate no se permite, no le permiten hablar, no le permiten cantar para aliviar su dolor, y hasta el terrible rigor de no dejarlo fumar.
La justicia muy severa suele rayar en crueldá; sufre el pobre que allí está calenturas y delirios, pues no esiste pior martirio que esa eterna soledá.
Conversamos con las rejas por sólo el gusto de hablar; pero nos mandan callar y es preciso conformarnos, pues no se debe irritar a quien puede castigarnos.
Sin poder decir palabra sufre en silencio sus males, y uno en condiciones tales se convierte en animal, privao del don principal que Dios hizo a los mortales.
Yo no alcanzo a comprender por qué motivo será que el preso privado está de los dones más preciosos que el justo Dios bondadoso otorgó a la humanidá.
Pues que de todos los bienes, (en mi inorancia lo infiero) que le dio al hombre altanero su Divina Magestá, la palabra es el primero, el segundo es la amistá.
Y es muy severa la ley que por un crimen o un vicio, somete al hombre a un suplicio el más tremendo y atroz, privado de un beneficio que ha recebido de Dios.
La soledá causa espanto, el silencio causa horror; ese continuo terror es el tormento más duro, y en un presidio seguro está de más tal rigor.
Inora uno si de allí saldrá pa la sepoltura: el que se halla en desventura busca a su lado otro ser: pues siempre es bueno tener compañeros de amargura.
Otro más sabio podrá encontrar razón mejor, yo no soy rebuscador, y ésta me sirve de luz: Se los dieron al Señor al clavarlo en una cruz.
Y en las projundas tinieblas en que mi razón esiste, mi corazón se resiste a ese tormento sin nombre, pues el hombre alegra al hombre, y el hablar consuela al triste.
Grabenló como en la piedra cuanto he dicho en este canto; y aunque yo he sufrido tanto debo confesarlo aquí; el hombre que manda allí, es poco menos que un santo.
Y son buenos los demás, a su ejemplo se manejan; pero por eso no dejan las cosas de ser tremendas; piensen todos y compriendan el sentido de mis quejas.
Y guarden en su memoria con toda puntualidá, lo que con tal claridá les acabo de decir; mucho tendrán que sufrir si no cren en mi verdá.
Y si atienden mis palabras no habrá calabozos llenos; manéjensé como buenos; no olviden esto jamás: Aquí no hay razón de más, más bien las puse de menos.
Y con esto me despido; todos han de perdonar; ninguno debe olvidar la historia de un desgraciado: Quien ha vivido encerrado poco tiene que contar. José Hernández LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO (segunda parte)
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