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domingo, 29 de marzo de 2009

¿Acaso soy yo el cuidador de mi hermano?

Pienso en Dios: el gran cuidador de su pueblo. "ustedes serán mi pueblo y yo seré el cuidador de ustedes". El Antiguo Testamento es como un himno a esa misión que Dios asume para sí. Cuidar al pueblo, sobre todo, a los más pobres de su pueblo. Al huérfano, a la viuda, al extranjero.
Pienso en Jesús, Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre. Las envía al campo por la mañana y las encierra al atardecer cuando aparecen los peligros de la noche. Pero nunca las deja solas. Donde están las ovejas allí está él. Es la misión que su Padre le confió.
Jesús es el cuidador de lo pequeño, de lo que no cuenta. De la semilla de mostaza, de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. De la oveja perdida. Del pobre Lázaro y del publicano. De los novios de Caná y del ciego Bartimeo. Pienso también, en Abel, cuidador de ovejas como tantos campesinos pobres y asesinado por su hermano Caín.

¿Dónde está tu hermano? le pregunta Yavé Dios.
No lo sé. Acaso soy yo el cuidador de mi hermano.

La vida diaria nos dice que todo lo pequeño necesita de cuidado. Lo frágil. Lo débil, lo que recién despunta a la vida. No es fácil cuidar. Sólo cuida de verdad el que es sencillo, el igual, el que se siente rodeado de fragilidad, el pobre, el hermano, el de corazón compasivo.
Hoy todo es frágil y pequeño en la Iglesia de los pobres. Somos frágiles las personas, las comunidades, los grupos bíblicos, los grupos de jóvenes, la catequesis familiar. También las organizaciones populares están suspendidas por un hilo casi invisible como la telaraña. Hilo muy delgado, amenazado por miles de enemigos, de afuera y de adentro. Hilo que necesita mucho cuidado.

¿Qué pasaría si nos cuidáramos más entre todos?
Si los médicos cuidaran más a los enfermos, si nos cuidáramos más entre vecinos, si cuidáramos más a los ancianos, a los jubilados, a los chicos. ¿Qué pasaría si los pastores cuidáramos más al Pueblo de Dios? ¿Y si el pueblo cuidara más a sus pastores, ayudándolos a vivir con coherencia y fidelidad? ¿Hubieran mirado hacia atrás tantos amigos y compañeros que habían puesto, con entusiasmo, su mano en el arado y que hoy han bajado los brazos? Cuidar parece una palabra conservadora. Y es un engaño. Porque cuidar es resistir, es dar la mano, es defender. Es decirle al otro: "Aquí estoy".

Es difícil cuidar, porque exige cambiar la mirada.
Si la mirada es opresora o paternalista, indiferente o proselitista, mi cuidado es engañoso.
Necesitamos la mirada del Buen Samaritano que se hizo cargo del herido y con cariño, le vendó sus heridas. Más aún hoy. En esta sociedad de la eficiencia neoliberal, donde lo pequeño y lo inútil no cuenta, donde lo frágil muere y desaparece. Tal vez, sea, este el desafío de hoy; ser comunicadores de ternura, cuidar la vida, rescatar la dignidad de los pequeños. Entonces podremos decirles con nuestra vida a tanta ideología decadente inspirada en el asesinato de Abel, el cuidador de ovejas:

"Sí, Caín, vos sabés dónde está tu hermano.
Vos tenés que ser su cuidador!".

Fernando Montes

(Revista "El Patio" - año XII- Nro. 109, Junín Los Andes)

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