Por Mariana Isasi (Especial para la Red de Diarios en Periodismo Social).- “La evidencia sugiere que la mejor manera de producir un delincuente violento adulto, es meterlo preso cuando es chico. El índice de fracaso de las instituciones juveniles es espectacular. Es muy improbable que la solución sea la cárcel y dado que las cárceles cuestan dinero, parecería mejor gastar ese dinero en educación y en preparación laboral”.
Así opina la Baronesa Vivien Stern (CBE), miembro de la Comisión Parlamentaria sobre Derechos Humanos, quien recientemente visitó el país en el marco de un proyecto de la Embajada Británica con el Centro Internacional de Estudios Carcelarios en Londres y dos ONGs argentinas -CELS y ADC-, que tiene como objetivo apoyar el desarrollo de un monitoreo independiente de los lugares de detención. “Hay un nuevo tratado de las Naciones Unidas, que apunta a la prevención de la tortura y la manera en que busca prevenirla, es que en todos los lugares donde hay personas que están restringidas, detenidas, sean accesibles, abiertos a la inspección independiente. El Reino Unido y Argentina, más o menos por la misma época, firmaron este tratado de las Naciones Unidas. Se trata de intercambiar experiencias sobre cómo se hace la implementación a nivel de país de este tratado”, explicó a la Red de Diarios en Periodismo Social la experta en sistemas carcelarios, quien además tiene una banca en el Senado británico y forma parte de varias entidades académicas internacionales sobre temas penales y penitenciarios.
– Usted ya visitó Argentina en instancias anteriores ¿Qué opinión le merecen las cárceles de nuestro país?
– Podría decir que las cárceles argentinas enfrentan problemas que son los mismos que se ven en muchas partes del mundo. No es que haya algo que sea singularmente argentino. Hacinamiento, sobrepoblación, falta de recursos para una buena atención sanitaria, falta de recursos para poder tener personal más capacitado.
– ¿Nuestro modelo es copia de algún otro modelo de sistema penitenciario?
– En general los sistemas penitenciarios son bastante parecidos a nivel regional. En América Latina, lo que se ve en general, es una tendencia a un régimen militarizado con niveles muy altos de violencia. Los niveles de violencia en Argentina, por lo que tengo entendido, son más bajos que, por ejemplo, en Brasil, pero no dejan de ser un serio problema en todos los sistemas penitenciarios de América Latina, es demasiada la gente que muere.
– En Argentina hubo un crecimiento de casi un 80% de la población carcelaria en los últimos 10 años. Y otro dato particular es que el 75% de los presos no están condenados. ¿Qué opinión le merece esta situación? ¿Son características que se repiten en otros lugares?
– Esa es otra característica de la situación latinoamericana. Los juicios tardan mucho tiempo, hay problemas porque los sistemas judiciales son lentos y sospecho que hay problemas con el procedimiento penal. Esto realmente genera injusticia porque la persona que no ha sido sometida a juicio no es culpable de nada.
– ¿Fuera de Latinoamérica sucede lo mismo o es específico de la zona?
– Yo creo que esta región se distingue por tener los niveles más altos de población procesada, con prisión preventiva, y lo estoy diciendo de memoria. Cuando uno busca, en Internet, países que tengan niveles altos de población carcelaria con prisión preventiva, siempre termina en un país latinoamericano.
– Otra particularidad de la población Argentina es que la mayoría de los presos son pobres.
– Eso no es específico de Argentina, es normal.
– ¿Y a qué cree que se debe?
– Bueno, es un poquito más complicado. En primer lugar, porque no se pudieron costear un abogado. Segundo, viven en general, en lugares donde la Policía concentra su energía. Tercero, tienen una vida en la que tienen pocas oportunidades y las opciones ilegales, como puede ser el narcotráfico, pueden aparecer como alternativas mucho más atractivas que tener un sueldo con salario mínimo o andar cartoneando. Cuarto, en general los pobres tienen menos acceso a los servicios de salud, y por lo tanto, las enfermedades mentales como de otro tipo, no se detectan o se tratan. No pueden acceder a un doctor o ir a un hospital, pero es fácil para ellos ser atrapados por la policía y terminar en la prisión.
– Ahora, en Argentina, se aprobó bajar la edad de imputabilidad a los 14 años, esto tiene que ser confirmado por Diputados en los próximos meses. Es un pedido desde diferentes sectores, con diferentes argumentos, uno de ellos es mejorar la seguridad. ¿Le parece que esto podría mejorar efectivamente la seguridad de un país? ¿Que más gente vaya a la cárcel está relacionado con que haya mayor seguridad?
– Esas son dos preguntas. La pregunta dos; si hay evidencia fáctica que muestre algún vínculo entre una mayor población carcelaria y mayor seguridad, no existe evidencia. Se pueden observar datos y ver un gráfico en donde aumentó la población carcelaria y en paralelo aumentó el delito; países donde no se ha aumentado la población carcelaria y delito se mantuvo igual y otros países donde disminuyó. Podés encontrar prácticamente de todo, por lo que en realidad, no hay datos. En lo que hace a los jóvenes, no quisiera comentar específicamente sobre lo que puede ser la situación en Argentina, prefiero hablar en general. La evidencia sugiere que la mejor manera de producir un delincuente violento adulto, es meterlo preso cuando es chico. El índice de fracaso de las instituciones juveniles es espectacular. Hay que preguntarse, si no está preso, dónde estaría. Si la alternativa es que esté viviendo en la calle y trabajando para un narcotraficante, allí también le irá muy mal. Es posible que haya un terrible problema para el que tenga que buscar una solución. Es muy improbable que la solución sea la cárcel y dado que las cárceles cuestan dinero, parecería mejor gastar ese dinero en educación y en preparación laboral. Para la sociedad, me parece que eso sería mejor desde el punto de vista de la seguridad.
Cómo crear una cárcel útil para la sociedad: los países que pudieron
– ¿Cree que hay algún sistema penitenciario que se acercaría a la idea?
– Es muy difícil para una persona que la cárcel sea un buen lugar. Sin embargo, hay países que tienen políticas para tratar que la cárcel sea un lugar tan útil para la sociedad como pueda serlo, por ejemplo Noruega, un país chico, donde piensan que la manera de concentrarse en la seguridad de la sociedad es que las cárceles funcionen bien. Eso quiere decir, unidades chicas, donde los presos siguen teniendo que hacerse responsables de ganarse la vida, de trabajar, de pagarles una compensación del delito a sus víctimas, a sus familias. Con un esquema para que cuando los presos salen de las cárceles se puedan reintegrar. En esta región, en la República Dominicana, un país que sufrió una de las peores dictaduras imaginables, se hizo una reforma muy grande. Estas nuevas cárceles podrían considerarse un modelo para América Latina. En este modelo, lo que hicieron fue tomar las cárceles, una por una, reinventándolas. Cada una fue sacada de la órbita policial y militar. Todo el personal que se asignó fue nuevo, capacitaron a personal civil de la sociedad para esta función.
– ¿Entonces, qué rol ocupa el personal que trabaja en una cárcel?
– Bien, el personal penitenciario es la parte más importante de la cárcel porque ellos deciden todo, si te tratan como a un ser humano o como una basura. Si vas a tener que pagar para conseguir algo o si se van a seguir las reglas, a qué celda vas. Entonces, la selección del personal penitenciario, la capacitación, la autoimagen del personal, son muy importantes para los presos. Es común que tengan mala capacitación, malos sueldos y que sólo hacen el trabajo porque no consiguieron entrar a la policía. Y esto está totalmente equivocado, porque el personal penitenciario requiere una enorme capacidad si se va a hacer en condiciones de seguridad. O sea que, realmente hace falta una enorme capacidad intelectual, porque estamos en manejo cotidiano de un grupo de personas que no quieren estar ahí. Y hay que conseguir atravesar el día sin que se generen situaciones de violencia, sin que haya situaciones de suicidio, y con suerte, con algo constructivo. Es una tarea muy demandante y difícil. Entonces, tienen que recibir un sueldo adecuado, una capacitación profesional, y tener una capacidad de carrera, donde puedan llegar a posiciones de liderazgo, hasta llegar a controlar todo el sistema. En Inglaterra estamos lejos de eso, y probablemente aquí también. Pero hay que entender que el trabajo penitenciario, es un trabajo profesional de alta exigencia y esto está muy presente en el trabajo del Instituto y en este manual.
Quién es Vivien Stern
La baronesa Vivien Stern es británica, presidenta de la comisión honoraria de reforma penal internacional, miembro de la Asociación del Centro Internacional de Estudios Penitenciarios de la Universidad de Londres, también es presidenta de una ONG, de nombre Penal Reform Internacional (PRI), que estudia formas de mejorar la Justicia penal y el sistema penitenciario en todo el mundo. Tiene el título de baronesa y una banca en el Senado británico, la Cámara de los Lores. Además es autora de diversos libros: Creando criminales (Creating Criminals, editado por Zed, en Londres); Ladrillos de vergüenza, las cárceles en el Reino Unido; Un pecado contra el futuro, el encarcelamiento en el mundo; Creando alternativas a las cárceles.
Fuente: La Opinión austral
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