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viernes, 8 de mayo de 2009

PARÁBOLA DEL HOMBRE CON LAS MANOS ATADAS

Érase una vez un hombre como los demás.
Tenía cualidades positivas y negativas.
No era diferente.

Una noche, repentinamente,...
Sonaron uno golpes secos a su puerta.
Cuando se abrió se encontró con sus enemigos.
Eran varios y habían venido juntos.


Sus enemigos LE ATARON LAS MANOS.
Después le dijeron que así era mejor,
que así, con las manos atadas, no podía hacer nada malo.

Se olvidaron de decirle que tampoco podía hacer nada bueno.
Y se fueron..., dejando un guardia a la puerta,
para que nadie pudiera desatarlo.

Al principio se desesperó
y trató de romper sus ataduras.
Y cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos,
Intentó, poco a poco, acomodarse a su situación.

Al principio le costaba hasta quitarse los zapatos.
Hubo un día en que consiguió encender y fumarse un cigarrillo.
Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres.

Mientras tanto,
su guardián le comunicaba, día tras día, las cosas malas
que hacían en el exterior los hombres con las manos libres.
Pero el guardián se olvidaba de decirle las cosas buenas,
que hacían esos mismos hombres con las manos libres.

Pasaron muchos años...
El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas.

Y cuando su guardián le señalaba que,
gracias a aquella noche en que entraron a atarle,
él, el hombre de las manos atadas,
no podía hacer nada malo.
Se olvidaba de decirle que tampoco podía hacer nada bueno.

El hombre empezó a creer
que era mejor VIVIR CON LAS MANOS ATADAS.

Además estaba tan acostumbrado a sus ligaduras...

Pasaron muchos años, muchísimos años...
Un día, sus amigos, sorprendieron al guardián,
Entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre.

“Ya eres libre”, le dijeron...
Pero habían llegado demasiado tarde.

Las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas.

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