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lunes, 17 de agosto de 2009

Venga a nosotros tu Reinado

El ministerio público de Jesús se centra en la proclamación solemne y decisiva para la historia del Reinado de Dios. El centro mismo de la predicación y del mensaje de Jesús es su enseñanza sobre el Reino de Dios. Jesús habla de este tema con mucha frecuencia.
Desde el principio hasta el fin, Jesús fue testimonio de este anuncio y vivió para testimoniar esta esperanza: "Se ha cumplido el plazo:, decía; “ya llega el Reinado de Dios. Cambien de vida y tengan fe en la Buena Noticia" (Mc 1,15). Desde el comienzo "empezó Jesús a proclamar: Cambien de vida, que ya llega el Reinado de Dios" (Mt 4,17). "Recorría todos los pueblos y aldeas proclamando la Buena Noticia del Reino" (Mt 9,35; 4,23).
El era consciente de que el Padre lo había enviado para anunciar su Reinado (Lc 4,43-44). Y esta misma tarea dio él a sus discípulos (Lc 9,1-3).

EL DIOS DEL REINO

Hemos visto que Jesús se dedicó preferentemente durante su vida de predicador a anunciar la Buena Noticia de un Dios Padre, enteramente bueno para con todos, y de una manera muy especial para con los despreciados de este mundo.
Esta paternidad, según Jesús, ha de llegar a realizarse efectivamente sobre toda la humanidad. Todos hemos de llegar a vivir realmente como hijos de Dios. El Reinado de su amor es una realidad que ya se comienza a vivir, aunque aún le falta mucho para llegar a su plenitud. ¡Pero llegará!
El Reino de Dios y el Dios del Reino son los dos temas preferentes de Jesús, que en el fondo no son sino uno, pues todo el anuncio del Reino depende de la nueva imagen del Padre que presenta Jesús. El amor del Padre se concentra en la realidad incipiente pero ya en marcha del Reino. El "Abbá" de Jesús es el Dios del Reino.
El Reino da razón del ser de Dios como Abbá y la paternidad de Dios da fundamento y razón de ser al Reino. Jesús cree y predica que no se llega a Dios fuera de la búsqueda dolorosa del Reino y que no hay Reino posible sino en la paternidad de Dios.
La experiencia de la unión Abbá-Reino constituye toda la clave de lo que Jesús personalmente vivía, todo el horizonte de lo que Jesús predicó y todo el sentido del discipulado que, para Jesús, parece no ser más que una introducción a esta experiencia. El que quiera seguir a Jesús tiene que poner su corazón en la dualidad inseparable Abbá-Reino. Porque hemos aprendido a llamar a Dios "Padre nuestro", por eso confesamos y pedimos la venida de su Reino, pero no sólo de palabra, sino de una manera vivencial, comprometiéndonos en la construcción de ese Reinado. Compromiso que ha de ser como el de Jesús y con Jesús.
Jesús no predicó simplemente a "Dios", tomado en un sentido abstracto. Lo último para Jesús es Dios en su relación con la historia de los hombres, concretada como Reinado de Dios. El busca construir una historia que sea según Dios. Por ello podemos afirmar que lo que da sentido a la vida, actividad y destino de Jesús es el Reino de Dios. Lo último para Jesús es la voluntad realizada del Padre.
Lo más original del mensaje de Jesús es justamente la unión indisoluble entre el Abbá y el Reino. Un escrito muy antiguo conserva un dicho de Jesús que dice así: "Quien conozca a Dios encontrará el Reino, porque conociendo a Dios se conocerán a ustedes mismos y entenderán que son hijos del Padre". Ciertamente es imposible conocer a Dios sin el Reino. Quien no se esfuerza por entrar en el Reino no ha conocido a Dios, sino a un ídolo. Conocer a Dios como Padre es conocerse como ciudadano del Reino.

Del libro “El Dios de Jesús” de José Luis Caravias; Cap nºVII.

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