Este será el tema que abordaremos hoy, junto al Dr. José Luis Caterina y Gabriela Quadri, a partir de las 19:30 hs en el Cursillo que se está desarrollando en la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Pellegrini 1561).
Compartimos la introducción de lo que nos decía al respecto José Caterina:
La Argentina está siendo asolada por el lúgubre espectro de la inseguridad. Una de las lecturas que habría que hacer, necesariamente, es que buena parte del problema está guardado en las cárceles... pero ese problema en cualquier momento sale de las cárceles. Y no sale precisamente solucionado.
Y cuando decimos guardado podríamos decir “escondido”, o tal vez “olvidado” o incluso “contenido” en las cárceles.
Desde que una persona delinque y es detenida –y no vamos a decir “condenada” dada la superpoblación de detenidos que atosigan las comisarías- entra simultáneamente en dos sistemas muy diferentes. Uno muy claro y evidente: el ámbito de lo jurídico. El Derecho cae sobre el reo con el peso de la ley. Una ley marca la falta, otra ley autoriza a los funcionarios del Estado a detener al posible infractor y varias otras leyes determinan en qué condiciones debe llevarse esa detención. Cuando la persona ya recibe una condena ahí sí entra a un sistema jurídico más acotado y específico como es el de la ejecución penal.
Pero no sólo los operadores del Derecho entran en acción frente a la detención de las personas, sino que eso habilita a otro “sistema” a abordar la situación: la pastoral penitenciaria.
Los operadores de uno y otro “sistema” menosprecian –y muchas veces incluso desprecian- a los operadores del sistema contrario. Tal vez por eso: por considerar que uno y otro abordaje se superponen o bien porque los operadores del sistema carcelario creen que los operadores de la pastoral penitenciaria pierden el tiempo buscando algo bueno en personas que no merecen tamaña generosidad y benevolencia; o bien porque, del otro lado, los operadores de la pastoral penitenciaria sienten que todo lo jurídico –desde los jueces hasta el último policía; desde la más insignificante comisaría hasta el edificio de Tribunales- es una gran máquina de apresar gente y conculcarle sus derechos.
Ni una cosa ni la otra. Esas visiones parciales no sólo son sesgadas sino que son verdaderamente inaceptables por falaces: ni la pastoral penitenciaria es una romántica pérdida de tiempo, ni el derecho es una justificación de la injusticia. Por más que muchas veces quieran convencernos de lo contrario.
Y cuando decimos guardado podríamos decir “escondido”, o tal vez “olvidado” o incluso “contenido” en las cárceles.
Desde que una persona delinque y es detenida –y no vamos a decir “condenada” dada la superpoblación de detenidos que atosigan las comisarías- entra simultáneamente en dos sistemas muy diferentes. Uno muy claro y evidente: el ámbito de lo jurídico. El Derecho cae sobre el reo con el peso de la ley. Una ley marca la falta, otra ley autoriza a los funcionarios del Estado a detener al posible infractor y varias otras leyes determinan en qué condiciones debe llevarse esa detención. Cuando la persona ya recibe una condena ahí sí entra a un sistema jurídico más acotado y específico como es el de la ejecución penal.
Pero no sólo los operadores del Derecho entran en acción frente a la detención de las personas, sino que eso habilita a otro “sistema” a abordar la situación: la pastoral penitenciaria.
Los operadores de uno y otro “sistema” menosprecian –y muchas veces incluso desprecian- a los operadores del sistema contrario. Tal vez por eso: por considerar que uno y otro abordaje se superponen o bien porque los operadores del sistema carcelario creen que los operadores de la pastoral penitenciaria pierden el tiempo buscando algo bueno en personas que no merecen tamaña generosidad y benevolencia; o bien porque, del otro lado, los operadores de la pastoral penitenciaria sienten que todo lo jurídico –desde los jueces hasta el último policía; desde la más insignificante comisaría hasta el edificio de Tribunales- es una gran máquina de apresar gente y conculcarle sus derechos.
Ni una cosa ni la otra. Esas visiones parciales no sólo son sesgadas sino que son verdaderamente inaceptables por falaces: ni la pastoral penitenciaria es una romántica pérdida de tiempo, ni el derecho es una justificación de la injusticia. Por más que muchas veces quieran convencernos de lo contrario.
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