"Tomen, esto es mi cuerpo." (Mc 14, 22b)
"Esta es mi sangre,
la sangre de la alianza,
que se derrama por muchos." (Mc 14, 24)
En la Biblia, la palabra "cuerpo" es toda la persona cuando se comunica, cuando se entrega a los demás, cuando se relaciona con otros. Por eso, cuando Jesús nos pide que comamos su cuerpo, es una invitación a recibirlo a él todo entero, con sus sentimientos, su intimidad, sus pensamientos, su divinidad. No es sólo recibirlo de una manera espiritual, es verdaderamente comerlo.
La sangre, en todas las culturas, se identifica con la vida. Derramar sangre es entregar la vida. La Nueva Alianza que Dios hace con los hombres, es sellada con la sangre de Cristo. Ya en el Antiguo Testamento, Dios había prometido una renovación de su Alianza con el pueblo, estableciendo una alianza nueva y eterna. Dios es fiel a su amor y vuelve a tomar la iniciativa, por encima y más allá de todos los desprecios y olvidos.
Esta obra sublime de la Nueva Alianza es la que Jesús realizó en la cruz, sellando con su propia sangre el pacto eterno. Y esa Nueva Alianza se hace presente en la celebración de la Eucaristía, donde se actualiza la acción redentora de Cristo. Y él entra en el corazón de su pueblo para renovarlo y capacitarlo para una amorosa fidelidad. Participar de la Eucaristía es como subir al monte de la Alianza, que es la cima a la que llegamos luego de haber caminado por la vida, pero es también fuente de la vida cristiana, porque allí recibimos a Jesús como alimento, medicina y alivio.
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