Compartimos lo que nos dice con respecto al Perfil del Agente de Pastoral Penitenciaria: Sus aptitudes y actitudes, el Secretario Ejecutivo Nacional, Padre Javier Ladrón de Guevara
Una mirada a las Fuentes
El vivir en comunidad responde a nuestra propia naturaleza humana. Desde la perspectiva de la Fe, el libro del Génesis enseña que Dios creó a la hombre y a la mujer a “imagen y semejanza Suya” (1, 26-27). El hombre solo no es imagen de Dios, sino el varón y la mujer unidos son la imagen y la semejanza de Dios. En el segundo relato de la creación, se indica: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gén. 2, 18).
El hombre, varón y mujer, es imagen y semejanza de Dios, y “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 16), porque no es un solitario, es TRINIDAD; esta es la FUENTE: Todo amor vive del Amor inconmensurable que el Padre tiene por el Hijo, y que Éste profesa por el Padre, y que el Espíritu dona permanentemente al Padre y al Hijo.
Cuando el Hijo de Dios se encarnó en el vientre de la Virgen María, eligió nacer en una familia humilde, común, de un pueblo insignificante y fronterizo; y vivió allí con José y María, aprendiendo a ser hombre. Más de treinta años de vida oculta y rutinaria de familia.
Luego de esos largos años de convivencia familiar, Jesús sale a predicar la Buena Noticia de la cercanía del Reino, y lo primero que hace es elegir sus compañeros de andadura. La doctrina del Reino de Dios, que es la esencia del mensaje de Jesús, consiste en enseñar que Dios es Abbá (Papito) y que todos nosotros somos hermanos. La fraternidad es el camino de Jesús.
Finalmente, después de resucitado Jesús, desciende el Espíritu Santo sobre una Comunidad reunida en oración con María, la Madre de Jesús, ahora también la Madre de la Iglesia.
La Comunidad de la Pascua (Hch. 2, 42).
Es antes que nada y sobre todo una Comunidad reunida por la Fe en Jesús Resucitado. Esta es la clave desde donde debemos mirarnos y comprendernos. Sólo hay comunidad cristianamente madura, cuando la Fe prevalece porque purifica toda otra intención y la sublima.
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles”
Nuestra comunidad de Fe tiene características comunes con toda otra Comunidad Cristiana:
-reconoce el testimonio apostólico y la autoridad de Pedro en la Asamblea del Pueblo de Dios (Ekklesía). Magisterio.
-en torno a la Palabra de Dios, que es la Fuente primera de nuestra Fe. La Biblia.
-que se sabe parte de una Familia más grande, que tiene su historia, debilidad y fortaleza, con su sabiduría fundamentada y esclarecida por la sangre de nuestros mártires. Tradición.
a) Personas de Fe: alguien que, por sobre todas las cosas, confía en la Obra santa de Dios en sus hijos e hijas. Es una persona convencida en que el Señor Jesús, como en la historia de Dimas, está empeñado hasta el extremo en la Salvación de todos los hombres; tiene certeza en su corazón de que, Dios, por caminos insospechados para nosotros, completará en sus hijos e hijas la Obra de la santificación.
Una mirada a las Fuentes
El vivir en comunidad responde a nuestra propia naturaleza humana. Desde la perspectiva de la Fe, el libro del Génesis enseña que Dios creó a la hombre y a la mujer a “imagen y semejanza Suya” (1, 26-27). El hombre solo no es imagen de Dios, sino el varón y la mujer unidos son la imagen y la semejanza de Dios. En el segundo relato de la creación, se indica: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gén. 2, 18).
El hombre, varón y mujer, es imagen y semejanza de Dios, y “Dios es Amor” (1 Jn. 4, 16), porque no es un solitario, es TRINIDAD; esta es la FUENTE: Todo amor vive del Amor inconmensurable que el Padre tiene por el Hijo, y que Éste profesa por el Padre, y que el Espíritu dona permanentemente al Padre y al Hijo.
Cuando el Hijo de Dios se encarnó en el vientre de la Virgen María, eligió nacer en una familia humilde, común, de un pueblo insignificante y fronterizo; y vivió allí con José y María, aprendiendo a ser hombre. Más de treinta años de vida oculta y rutinaria de familia.
Luego de esos largos años de convivencia familiar, Jesús sale a predicar la Buena Noticia de la cercanía del Reino, y lo primero que hace es elegir sus compañeros de andadura. La doctrina del Reino de Dios, que es la esencia del mensaje de Jesús, consiste en enseñar que Dios es Abbá (Papito) y que todos nosotros somos hermanos. La fraternidad es el camino de Jesús.
Finalmente, después de resucitado Jesús, desciende el Espíritu Santo sobre una Comunidad reunida en oración con María, la Madre de Jesús, ahora también la Madre de la Iglesia.
La Comunidad de la Pascua (Hch. 2, 42).
Es antes que nada y sobre todo una Comunidad reunida por la Fe en Jesús Resucitado. Esta es la clave desde donde debemos mirarnos y comprendernos. Sólo hay comunidad cristianamente madura, cuando la Fe prevalece porque purifica toda otra intención y la sublima.
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles”
Nuestra comunidad de Fe tiene características comunes con toda otra Comunidad Cristiana:
-reconoce el testimonio apostólico y la autoridad de Pedro en la Asamblea del Pueblo de Dios (Ekklesía). Magisterio.
-en torno a la Palabra de Dios, que es la Fuente primera de nuestra Fe. La Biblia.
-que se sabe parte de una Familia más grande, que tiene su historia, debilidad y fortaleza, con su sabiduría fundamentada y esclarecida por la sangre de nuestros mártires. Tradición.
a) Personas de Fe: alguien que, por sobre todas las cosas, confía en la Obra santa de Dios en sus hijos e hijas. Es una persona convencida en que el Señor Jesús, como en la historia de Dimas, está empeñado hasta el extremo en la Salvación de todos los hombres; tiene certeza en su corazón de que, Dios, por caminos insospechados para nosotros, completará en sus hijos e hijas la Obra de la santificación.
b) Personas con vocación: El cristiano que visita a los encarcelados es alguien que se siente llamado por Dios a realizar este apostolado y, a la vez, es enviada por la Comunidad a esta misión.
c) Personas en formación permanente: personas abiertas y en constante actitud de aprender.
c) Personas en formación permanente: personas abiertas y en constante actitud de aprender.
“Acudían... a la convivencia”
Lucas emplea la palabra “koinonía", en el libro de los Hechos: “Todos los creyentes vivían unidos y compartían cuanto tenían”(Lc. 2, 44). Unidad plena, en los ideales, en los sentimientos, en lo económico. “Tenían un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como suyo lo que poseía”(Lc. 4, 32) y “no había entre ellos ningún necesitado” (4, 34).
En el apostolado carcelario debemos ser:
a) Personas solidarias: Tienen que ser mujeres y hombres con capacidad de construir fraternidad, con sabiduría para convivir y enseñar a convivir. Personas sin barreras, capaces de poner todos los bienes materiales y espirituales en común.
b) Personas de palabra: El agente de pastoral penitenciaria es una persona que ha tomado este apostolado en serio, que va a la cárcel sólo para hacer el bien y servir, sin otro interés. Los internos de las prisiones han vivido y son parte de un mundo de engaños y falsedades, donde la palabra dada ha perdido todo su valor. Por eso es fundamental el compromiso con el testimonio de la sinceridad y la coherencia de la palabra dada. Esto exige responsabilidad ante el horario y la tarea asumida para con nuestro ejemplo volver a dar a la palabra la nobleza de su contenido humano.
c) Personas pacientes y constantes: necesarias para toda misión, mucho más lo son para este apostolado con frecuencia desalentador. Son frutos de la Fe en la Resurrección de Jesús. De este modo, aunque muchas de nuestras acciones nos parezcan inútiles y todo esfuerzo vano, y hasta nos da la impresión que estamos perdiendo el tiempo, que no hay manera de conseguir algo positivo, sabemos en la Fe que a través de nuestras exiguas personas el Señor hará la Obra Santa de la Redención, sólo nos pide que colaboremos siendo “siervos inútiles”(Lc. 17, 10) y que confiemos que, aunque nosotros sembremos y reguemos, es Él el que da el crecimiento (1Cor. 3, 7-8).
d) Personas con la Sabiduría del Evangelio (Mt. 10, 16): Cuando Jesús, envío a sus discípulos a misionar, les entregó una consigna de sabiduría humana, necesaria para quien debe ser testigo de la Buena Noticia en un mundo muchas veces adverso a la trasparencia de la verdad. De este modo les advierte de las persecuciones y les confía dos actitudes indispensables: La sencillez de las palomas y la astucia de las serpientes.
e) Personas humildes y libres: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Jesús: Él que era de condición divina no se aferró celoso a su igualdad con Dios, sino que se anonadó (kenosis) a sí mismo, tomando la condición de esclavo, haciéndose un hombre cualquiera. Se humilló, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”(Filp. 2, 5-8). El término kenosis, significa vaciamiento de sí, hacerse nada. La verdadera libertad y liberación consiste en las dos condiciones de su seguimiento: Negarse a sí mismo y Cargar la Cruz y seguirlo.
f) Personas de comunicación: La Pastoral con ellos debe consistir en acercarlos a la sociedad, a su familia, a Dios. Los internos de nuestras cárceles pertenecen en su mayoría a los grupos llamados marginales. El cristiano que visita a los privados de libertad, hace la Obra de Jesús: Incluir al excluido; acercar a los alejados por la comunicación de la Caridad.
"Asiduos... a la Fracción del Pan”
La Iglesia, desde sus orígenes, ha reconocido la centralidad de la Fracción del Pan (Eucaristía) para la vida de sus Comunidades. Nuestra Comunidad penitenciaria también se identifica con la Eucaristía, porque la Eucaristía es Jesús otra vez aniquilado en la Cruz y Resucitado. Es celebrar La Presencia definitiva de Jesús Resucitado en medio de nosotros.
Por eso, la finalidad de la Eucaristía no es cambiar el pan y el vino, sino cambiarnos a nosotros:
- Seguimiento de Cristo.
- Identificación con Cristo.
- Transformación en Cristo.
a) Personas abnegadas: Ser Eucaristía significa actualizar este Misterio de Amor compartiendo con los últimos de esta humanidad hasta el sacrificio y la renuncia a comodidades y beneficios legítimos.
b) Personas generosas: La Eucaristía nos contagia a amar como Jesús a cambio de nada; porque no existe nada anterior que lo motive a amar, más que el Amor mismo, ni nada posterior que lo justifique, más que el amar.
c) Personas optimistas: Lleno de esperanza el cristiano se sumerge en este submundo del dolor, del sufrimiento, en un infierno de angustias y desesperanzas.
c) Personas pacientes y constantes: necesarias para toda misión, mucho más lo son para este apostolado con frecuencia desalentador. Son frutos de la Fe en la Resurrección de Jesús. De este modo, aunque muchas de nuestras acciones nos parezcan inútiles y todo esfuerzo vano, y hasta nos da la impresión que estamos perdiendo el tiempo, que no hay manera de conseguir algo positivo, sabemos en la Fe que a través de nuestras exiguas personas el Señor hará la Obra Santa de la Redención, sólo nos pide que colaboremos siendo “siervos inútiles”(Lc. 17, 10) y que confiemos que, aunque nosotros sembremos y reguemos, es Él el que da el crecimiento (1Cor. 3, 7-8).
d) Personas con la Sabiduría del Evangelio (Mt. 10, 16): Cuando Jesús, envío a sus discípulos a misionar, les entregó una consigna de sabiduría humana, necesaria para quien debe ser testigo de la Buena Noticia en un mundo muchas veces adverso a la trasparencia de la verdad. De este modo les advierte de las persecuciones y les confía dos actitudes indispensables: La sencillez de las palomas y la astucia de las serpientes.
e) Personas humildes y libres: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Jesús: Él que era de condición divina no se aferró celoso a su igualdad con Dios, sino que se anonadó (kenosis) a sí mismo, tomando la condición de esclavo, haciéndose un hombre cualquiera. Se humilló, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”(Filp. 2, 5-8). El término kenosis, significa vaciamiento de sí, hacerse nada. La verdadera libertad y liberación consiste en las dos condiciones de su seguimiento: Negarse a sí mismo y Cargar la Cruz y seguirlo.
f) Personas de comunicación: La Pastoral con ellos debe consistir en acercarlos a la sociedad, a su familia, a Dios. Los internos de nuestras cárceles pertenecen en su mayoría a los grupos llamados marginales. El cristiano que visita a los privados de libertad, hace la Obra de Jesús: Incluir al excluido; acercar a los alejados por la comunicación de la Caridad.
"Asiduos... a la Fracción del Pan”
La Iglesia, desde sus orígenes, ha reconocido la centralidad de la Fracción del Pan (Eucaristía) para la vida de sus Comunidades. Nuestra Comunidad penitenciaria también se identifica con la Eucaristía, porque la Eucaristía es Jesús otra vez aniquilado en la Cruz y Resucitado. Es celebrar La Presencia definitiva de Jesús Resucitado en medio de nosotros.
Por eso, la finalidad de la Eucaristía no es cambiar el pan y el vino, sino cambiarnos a nosotros:
- Seguimiento de Cristo.
- Identificación con Cristo.
- Transformación en Cristo.
a) Personas abnegadas: Ser Eucaristía significa actualizar este Misterio de Amor compartiendo con los últimos de esta humanidad hasta el sacrificio y la renuncia a comodidades y beneficios legítimos.
b) Personas generosas: La Eucaristía nos contagia a amar como Jesús a cambio de nada; porque no existe nada anterior que lo motive a amar, más que el Amor mismo, ni nada posterior que lo justifique, más que el amar.
c) Personas optimistas: Lleno de esperanza el cristiano se sumerge en este submundo del dolor, del sufrimiento, en un infierno de angustias y desesperanzas.
“... y a las oraciones”
La Comunidad de Jesús se hace en la oración común; construye su identidad en esta asiduidad a la plegaria comunitaria, porque allí es donde se hace presente el Maestro: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy ahí en medio de ellos”(Mt. 18, 20), y sólo recibimos su Espíritu si permanecemos unidos y constantes en la oración de la comunidad junto a María (Hch. 1, 14). a) Personas de oración continua: Llevamos a Jesús y lo podemos comunicar con nuestras vidas porque previamente nos hemos dejado visitar por Él en la oración. El modelo del hombre y la mujer que visita las cárceles es María en la Visitación (Lc. 1, 39-56). Como ella hay que despojarse de uno mismo, hay que dejar el lugar seguro y propio y, desinstalados llegar desposeídos, abiertos y libres ante quien se encuentra oprimido por las cadenas del cuerpo y del alma.
b) Personas de constante vigilancia interior: fruto de la oración continua, nos regala un corazón prudente.
c) Personas disponibles y dóciles: a la voz de Dios que habla en los pequeños e insignificantes. Sus oídos atentos a los Vientos del Espíritu le han dado un corazón sensible al sufrimiento y al dolor de los últimos de la humanidad. Lo hace libre para servir en lo que sea necesario, sin buscar ninguna gloria para sí, sino disponible totalmente a ayudar, aún en las cosas que le son adversas.
La condición de la Comunidad de Jesús (Mt. 5, 11-16)
La condición de los discípulos de Jesús no es otra que la condición de la vida del Maestro, “el discípulo no es mayor que el maestro, si me persiguieron a mí también los perseguirán a ustedes”. Es decir, que la condición de la comunidad de Jesús es el misterio de la Cruz, pero que es una Bienaventuranza porque es el camino auténtico de la Pascua: “Dichosos cuando por causa mía los maldigan, los persigan y levanten todo tipo de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos porque será grande la recompensa de ustedes en el cielo”. Toda la vida y apostolado del cristiano, estará condicionado por la Cruz, pero que lejos de entenderse como un obstáculo o impedimento es la posibilidad de realizar la Obra del Maestro: La Pascua.
De esta manera, la comunidad de la Pastoral Penitenciaria en y por la condición del Crucificado realiza su Misión: Ser Sal de esta tierra nuestra y Luz de este mundo en el que peregrinamos hacia la Plenitud del Reino.
La Comunidad de Jesús se hace en la oración común; construye su identidad en esta asiduidad a la plegaria comunitaria, porque allí es donde se hace presente el Maestro: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy ahí en medio de ellos”(Mt. 18, 20), y sólo recibimos su Espíritu si permanecemos unidos y constantes en la oración de la comunidad junto a María (Hch. 1, 14). a) Personas de oración continua: Llevamos a Jesús y lo podemos comunicar con nuestras vidas porque previamente nos hemos dejado visitar por Él en la oración. El modelo del hombre y la mujer que visita las cárceles es María en la Visitación (Lc. 1, 39-56). Como ella hay que despojarse de uno mismo, hay que dejar el lugar seguro y propio y, desinstalados llegar desposeídos, abiertos y libres ante quien se encuentra oprimido por las cadenas del cuerpo y del alma.
b) Personas de constante vigilancia interior: fruto de la oración continua, nos regala un corazón prudente.
c) Personas disponibles y dóciles: a la voz de Dios que habla en los pequeños e insignificantes. Sus oídos atentos a los Vientos del Espíritu le han dado un corazón sensible al sufrimiento y al dolor de los últimos de la humanidad. Lo hace libre para servir en lo que sea necesario, sin buscar ninguna gloria para sí, sino disponible totalmente a ayudar, aún en las cosas que le son adversas.
La condición de la Comunidad de Jesús (Mt. 5, 11-16)
La condición de los discípulos de Jesús no es otra que la condición de la vida del Maestro, “el discípulo no es mayor que el maestro, si me persiguieron a mí también los perseguirán a ustedes”. Es decir, que la condición de la comunidad de Jesús es el misterio de la Cruz, pero que es una Bienaventuranza porque es el camino auténtico de la Pascua: “Dichosos cuando por causa mía los maldigan, los persigan y levanten todo tipo de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos porque será grande la recompensa de ustedes en el cielo”. Toda la vida y apostolado del cristiano, estará condicionado por la Cruz, pero que lejos de entenderse como un obstáculo o impedimento es la posibilidad de realizar la Obra del Maestro: La Pascua.
De esta manera, la comunidad de la Pastoral Penitenciaria en y por la condición del Crucificado realiza su Misión: Ser Sal de esta tierra nuestra y Luz de este mundo en el que peregrinamos hacia la Plenitud del Reino.
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