Mi foto
Rosario, Santa Fe, Argentina
pastoralpenitenciaria@hotmail.com

lunes, 29 de junio de 2009

Los Encarcelamientos de Pablo

PABLO Y SILAS EN PRISIÓN (Hechos 16,16-40)

Mientras íbamos un día al lugar de oración, salió a nuestro encuentro una muchacha esclava que estaba poseída por un espíritu adivino. Adivinando la suerte producía mucha plata a sus amos. Empezó a seguirnos y a Pablo gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y les anuncian el camino de la salvación.» Esto se repitió durante varios días, hasta que Pablo se cansó, Se volvió y dijo al espíritu: «En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella» Y en ese mismo instante el espíritu la dejó. Al ver sus amos que con ello se esfumaban también sus ganancias, tomaron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza ante el tribunal. Y los presentaron a los magistrados diciendo: «Estos hombres son judíos y están alborotando nuestra ciudad; predican unas costumbres que a nosotros, los romanos, no nos está permitido aceptar ni practicar.» La gente se les echó encima. Los oficiales mandaron arrancarles las ropas y los hicieron apalear. Después de haberles dado muchos golpes, los echaron a la cárcel, dando orden al carcelero de vigilarlos con todo cuidado. Este, al recibir dicha orden, los metió en el calabozo interior, y les sujetó los pies con cadenas al piso del calabozo.

LIBERACIÓN MILAGROSA
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban cantando himnos a Dios, y los demás presos los escuchaban. De repente se produjo un temblor tan fuerte que se conmovieron los cimientos de la cárcel; todas las puertas se abrieron de golpe y a todos los presos se les soltaron las cadenas. Se despertó el carcelero y vio todas las puertas de la cárcel abiertas. Creyendo que los presos se habían escapado, sacó la espada para matarse, pero Pablo le gritó: «No te hagas daño, que estamos todos aquí.» El hombre pidió una luz, entró de un salto y, después de encerrar bien a los demás presos, se arrojó temblando a los pies de Pablo y Silas. Después los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.» Así que le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa, y él, sin más demora, les lavó las heridas y se bautizó con toda su familia a aquella hora de la noche. Los había llevado a su casa; allí preparó la mesa e hicieron fiesta con todos los suyos por haber creído en Dios. Por la mañana los magistrados enviaron a unos oficiales con esta orden: «Deja en libertad a esos hombres.» El carcelero se lo comunicó a Pablo y Silas, diciendo: «Los magistrados han dado orden de dejarlos en libertad. salgan, pues, y marchen en paz.» Pero Pablo le contestó: «A nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente y nos han metido en la cárcel sin juzgarnos, ¿y ahora quieren echarnos fuera a escondidas? Eso no. Que vengan ellos a sacarnos.» Los oficiales transmitieron esto a los magistrados, que se llenaron de miedo al escuchar que eran ciudadanos romanos. Fueron a la prisión acompañados por un grupo de amigos de Pablo y les pidieron que se marcharan, diciéndoles: «¡Cómo íbamos a pensar que ustedes fueran muy buena gente!» Y cuando Pablo y Silas estaban para irse, les rogaron: «Ahora que se van libres, por favor, no nos hagan problemas por haberles hablado duramente». Apenas dejaron la cárcel fueron a casa de Lidia. Allí se encontraron con los hermanos, a los que dieron ánimo y antes de marcharse.

Hechos de los Apóstoles Cap 20

Ahora voy a Jerusalén, atado por el Espíritu sin saber lo que allí me sucederá; solamente que en cada ciudad el Espíritu Santo me advierte que me esperan prisiones y pruebas. Pero ya no me preocupo por mi vida, con tal de que pueda terminar mi carrera y llevar a cabo la misión que he recibido del Señor Jesús: anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario